Nunca había estado tan avergonzada, tan mojada y tan caliente...
Después de tres años de relación con el príncipe azul me encontraba sola, amargada y en la silla de una discoteca de alto nivel del centro. No se que pasó, de verdad, todo era perfecto. Él era un caballero ejemplar, siempre me llevaba a todas partes y era muy amable. Incluso en la cama siempre pensaba en mí. Siempre era yo la primera, cuando lo hacíamos era muy suave y amable. Estaba muy bien, no necesitaba nada más. Pero un día, sin saber por qué dijo "Se acabó".
Y bueno, aquí estoy, en una discoteca, super maquillada, con un vestido excesivamente estrecho y tacones demasiado altos. Pasé tres semanas en mi casa encerrada, llorando con mi osito y mi consolador, mis amigas entraron a la fuerza en mi casa y me secuestraron. Como a una Barbie me vistieron y me arrastraron hasta aquí. Después de dos horas viendo como mis amigas se emborrachaban y bailaban con tíos, empecé a aburrirme como una ostra, iba a levantarme y a irme...
cuando él apareció.
No era el típico guaperas, aunque si que era un poco chulo. Estaba con sus amigos, era alto y fuerte. Tenía un cuerpo atlético. Su pelo era negro y corto. Su cara era recta y angulosa. Su nariz era bonita y sus labios finos. Llevaba una camisa morada y unos pantalones vaqueros oscuros. Me llamó la atención sus manos eran grandes, muy fuertes. Entonces, él me miró. Sus ojos eran verdes oscuros, como las hojas al llegar el otoño. Eran preciosos.
Yo... no podía moverme, estaba paralizada, él me miraba y sonreía. De repente, mi boca se llenó de saliva y mis labios se entreabrieron. Un escalofrío recorrió mi piel desde la nuca hasta la punta de los pies,
sentí como mi entrepierna se calentaba.
Él deshizo el hechizo apartando la mirada y siguió hablando con sus amigos. Cuando volví a la realidad me dí cuenta de que estaba mordiéndome los labios, menos mal que nadie me estaba mirando. Cogí el bolso y fui al cuarto de baño, no sabía que me había pasado, pero era mejor olvidarlo e irme de allí. Me mire al espejo y me estaba colocando bien mi pelo rizado cuando llamaron a la puerta.
-¡Está ocupado!- dije automáticamente.
- Lo sé...- dijo una voz sensual y profunda.-Ábreme la puerta.
No sabía que contestar, estaba petrificada, nunca lo había escuchado pero algo me decía que era él. Me metí un dedo en la boca y empecé a lamerlo, su voz me ponía cachonda, demasiado.
- Si me abres la puerta, no te arrepentirás.- Empecé a estar húmeda,
solo con pensar en las cosas que él me podía hacer me excitaba. Me volví a mirar en el espejo, tenia las mejillas sonrojadas y los labios rosados, tenía la piel de gallina. Mi cuerpo necesitaba ser tocado, deseaba que me acariciaran, hacía tanto tiempo que no sentía nada. Lentamente me dirigí a la puerta, giré el pestillo y me alejé a la pared contraria. Él abrió la puerta sin mirarme entró, cerró la puerta con el pestillo y se volvió hacía mi.
- Buena chica.- Me dijo con una sensual sonrisa en los labios. Mi corazón empezó a latir muy rápido y mi respiración se entrecortaba. Mis pezones estaban duros y mi lengua no paraba quieta en mi boca. Se acercó lentamente a mí, yo me apoyé en la pared, él puso sus manos, uno a cada lado de mi cabeza, apoyándose, dejándome completamente atrapada.
Me dolía el pecho. Mi boca y mi entrepierna estaban húmedas.
Él agachó la cabeza y acercó sus labios a los míos. Sacó su lengua y recorrió mi boca desde un extremo a otro con mucha suavidad, yo estaba totalmente ida. Sentía su lengua húmeda y mi lengua ansiaba tocar la suya, quería besarlo, besarlo hasta dejarlo sin respiración. Pero era incapaz, me tenía dominada totalmente, no podía mover ningún musculo sin su permiso. Abrió la boca y con sus dientes me mordió los labios y tiró de él, me agarró del pelo echándome la cabeza hacia atrás. Hundió la cabeza en mi cuello y empecé a olerle, por dios como olía. Era un aroma que me atraía, me entraban ganas de lamerle la piel para ver si sabía tan bien como olía. Con fuerza empezó a
lamerme, chuparme y morderme. Sentía como me llenaba el cuello de chupetones y me dejaba marcado sus dientes. Estaba tan cerca mía que
notaba su erección en mi cadera. Era muy bruto, nunca me habían tratado así. Me mordía con tanta fuerza que casi dolía, pero estaba tan excitada que en vez de sentir dolor,
solo sentía placer y más placer. Bajó el vestido hasta asomar el pecho y empezó a palparlo, metía la mano por debajo, por la parte blanda y la apretaba con fuerza. y con sus enormes manos empezó a apretarme las tetas y me pellizcaba los pezones. Dios, estaba tan húmeda que tenía el tanga empapado, sentía como mis fluidos me bajaba por las piernas, nunca había estado así. Me volvió a agarrar de los pelos y me empujó al suelo (menos mal que era un sitio limpio), me quede de rodillas frente a él. Desde ahí, pude ver el bulto que le salía del pantalón. No podía apartar la vista de esa cosa que quería penetrarme. Él se desabrocho los pantalones y sin bajarse los pantalones sacó su pene. Estaba duro y tembloroso, se notaba que estaba muy excitado, su polla estaba húmeda, salían gotas de él. Me agarró fuerte del pelo.
- Chupa.- Me dijo. Lo miré sin comprender.-
Cómeme la polla.
Entonces me empujó hacia ella y me la metió en la boca, por instinto empecé a chuparla y a lamerla dulcemente. Él gimió, miré hacia arriba y él sonriendo me agarró de la cabeza y empezó a empujarme hacía él, me trataba como a una muñeca, que podía manejar fácilmente. Era muy fuerte y
hacía que me metiera su polla hasta el fondo. Su polla me sobrepasaba mi campanilla y llenaba mi boca, a veces ni siquiera podía respirar. Consiguió que me la metiera entera en la boca. Mi respiración se corto. Empezó a empujarme con más fuerza y me obligaba a darle más rápido y más fuerte. Dios, estaba a punto de correrse, lo notaba, él gemía cada vez con más fuerza
y su polla palpitaba. Yo veía como se le ponía los ojos en blanco, se mordía la boca y echaba su cabeza hacía atrás. Se corría , iba a correrse, quería quitar la boca, pero él la apretó para que no pudiera escaparme y se corrió en mi boca.
Su semen era caliente y tenía un sabor amargo, nunca antes lo había probado. Hizo que lo mirara tirándome del pelo.
-
Tragatelo- Y lo hice. Era su muñeca, su sirvienta, dispuesta a hacer todo lo que él quisiera. Estaba tan avergonzada, que no podía ni mirarlo.
Él se agachó, metió las manos por mi vestido, metió su mano en mi tanga y con dos dedos me penetró. Los sacó y lo metió varias veces. Si... por fin iba a tenerle dentro, por fin me tocaba a mí, quería que me penetrara y me follara hasta perder el sentido. De repente sacó sus dedos, estaban llenos de mi jugo, jugueteó con él y lo chupó.
- Esta dulce, mi princesa.- Se levantó, se puso bien los pantalones, me dio un beso en los labios. Iba a agarrarme a él cuando se levanto de nuevo, abrió la puerta, cerró y se fue.
Y allí estaba yo, de rodillas en un cuarto de baño, tan mojada, tan caliente...Y muy, muy avergonzada...
Al día siguiente, mientras trabajaba, recibí un WhatsApp de un número desconocido que ponía:
- Buenos días, mi princesa.
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