Era una caja blanca y pequeña. Un lazo rojo la adornaba
insinuando que había una sorpresa en su interior. Yo llevaba casi dos horas
delante de ella observándola. Me la había encontrado encima de mi mesa de
trabajo al llegar. Ni Amanda ni mis otras compañeras sabían de quien era.
Cuando pregunté abajo solo me dijeron que un hombre lo había traído esa misma
mañana. “Era un hombre muy atractivo”, decía Dolores, la anciana y simpática
recepcionista de la revista. Sabía nada más ver la caja que era de él. No me
atrevía a abrirlo y me había costado casi una hora echar a mis amigas de allí.
Son todas muy cotillas.
Estaba temblando… ¿Qué había tramado para mí? Se me ponían
los pezones duros cada vez que mi mano estaba a punto de tocar la caja. Pensaba
mil y un regalos que podía hacerme, pero yo solo pensaba en regalos guarros y
obscenos. Regalos para darme placer o para dárselo yo a él. ¿Un vibrador?, ¿Un
lubricante? ¿Unas bolas chinas?... Ufff,
mi mente no paraba de sacar ideas y fantasías. Tenía el tanga empapado y el
clítoris me palpitaba. No podía parar de moverme en la silla. Esta me rozaba el
coño y me daba algo del placer que tanto anhelaba.
Con el dedo índice toqué la esquina de la caja, se me puso
la carne de gallina. Empecé a acariciar el borde y cada vez estaba más mojada. Dirigí
la otra mano hacía mi entrepierna. Paré, dios no puedo ser tan pervertida,
tengo que controlarme un poco. No puedo masturbarme en mi trabajo, es poco
profesional. Creo. En un impulso tiré del lazo rojo que lo rodeaba y lo deshice.
Coloqué la mano sobre la tapa mientras me mordía los labios. Tenía la boca
húmeda y caliente. Quité la tapa y cogiendo aire miré dentro. ¿Qué es eso?
Con dos dedos cogí una especie de tela que había dentro.
Tiré de la tela y la saque. ¿Un tanga? O mejor dicho ¿hilos? Con ambas manos lo
abrí. Era un tanga, que era más adorno que otra cosa. Tenía cuatro hilos negros
contados, los que iba a la cadera tenían volantes de encaje rojo. No cubría
nada. Nada, nada. Tenía forma de tanga hasta el espacio entre en el ano y el
coño, a partir de ahí se dividía en dos tiras, que como imaginaba pasaban por
la ingle rodeando el coño sin tapar absolutamente nada.
Dentro de la caja había una nota:
“Póntelo para San Juan, con un vestido corto. Ven a mí, princesa,
si quieres conseguir placer”
Detrás de la nota venía escrito la playa y la hora. Llegué a
casa pronto, no tenía ningún plan para San Juan. Amanda me había convencido
para que fuera con ella y las demás a una discoteca. Pero obviamente, anulé el
plan. La playa donde me había citado era privada, de un hotel. Después de
pensármelo mucho, le mandé un Whatsapp diciéndole que sí. Me contestó al
instante diciendo: “Estoy ansioso… Y mi polla también”
Empecé a ponerme nerviosa. Me duché con mi gel de chocolate,
quería que le gustara mi olor. Salí, me sequé y me peiné. Desnuda me puse frente al
espejo, cogí el tanga y me lo puse. Al
verme sentí vergüenza, me puse roja y empecé a lubricar. Tengo el coño bien
depilado y con esa prenda se veía todo y cuando digo todo, es todo. Podía ver
mi clítoris asomando. Quiero estar en sus brazos y sentirlo y que hunda su
cabeza en mi… Mi coño.
Me puse un sujetador negro sin tirantes para ponerme un
vestido negro de palabra de honor y tacones rojos con encaje negro por el filo.
Quería esta sexy para él. Cuando iba a salir me di cuenta que los tacones no
eran la mejor opción. Tacones, arena… Ya sabéis. Cuando salí a la puerta de la
calle me di cuenta de la magnitud de la decisión que había tomado. Había
llevado tangas con minifaldas y vestidos, pero esto… La sensación de frescor en
el coño, hizo que las pareces de mi vagina se contraerán. Mi cuerpo se paralizó y mis pezones se me
pusieron duros. Tenía la sensación de estar desnuda, sabía que estaba vestida y
cuando miraba para abajo no asomaba nada. Pero me sentía desnuda.
Ya no podía echarme atrás, estaba demasiado excitada,
caliente y me había preparado mucho para esto… Él me estaba esperando… Y mi
coño a él.
Miré las escaleras, lo único que tenía que hacer es ir al
coche. ¿Por qué lo aparcaría en la esquina de la calle? Baje la escalera
lentamente, mirando a todos lados. Seguro que desde abajo podría verse mi… En
frente del portal cogí aire, me baje lo más que pude la falda y salí a la
calle. Al salir todo iba bien, hasta que al dar dos pasos, una brisa veraniega
levanto levemente mi falda. El aire me acarició nalgas, se metió entre mis
piernas y rozó el clítoris. Esto hizo que todo mi interior se encogiera. Mi
coño se humedeció, la piel de mis pechos se encogió. No podía más estaba muy
excitada, tenía mucha vergüenza. ¿Se vería desde fuera como estaba?
Soy una autentica pervertida. De repente una pregunta inundó
mi mente y me cortó la respiración. ¿Y si el aire levantaba la falda y se veía
lo que llevaba puesto? Había bastante gente en la calle y varios hombres,
hombres que me miraban. ¿Se habrían dado cuenta de mi estado? Mi cara se
mostraba excitada, se notaba que estaba caliente y ellos lo sabían. Con las
manos sobre la falda, empecé a andar deprisa hacia mi coche. Cuando llegué,
saqué las llaves y me metí dentro. Tenía el coño pegado al asiento. Abrí las
piernas y se veía mi jugo en el asiento. Tenía muchas ganas de masturbarme y
correrme. Allí mismo en el coche, pero la gente miraba y solo me quedaba veinte
minutos para llegar al hotel...
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